
Nuestro punto de partida es la ciudad de Korçula un bellísimo enclave a 20 minutos en barca de la Croacia continental. Pequeño y fortificado pueblo turístico rodeado literalmente de agua y cuya estampa será la cosa que más recuerde de este viaje. Aquí hemos pasado el único día que nos hemos ofrecido para el descanso y el embadurne de nuestro cuerpo con cremas para que el vil sol no pudiese herirnos con sus poderosos rayos.
Nuestro destino ha sido Vela Luka en el otro extremo de la isla desde donde volveremos a Korcula para devolver a nuestro potro a última hora de la tarde. Mas varias sub-misiones tendrían que llevarse a cabo en el camino: llevar las cartas que el cartero esa misma mañana no puedo entregar, comprar extraordinario aceite a un viejo que lo hace con sus propias manos y en mi caso, hacer caso omiso a Luiza de su demanda para que reduzcamos la velocidad cuando tomábamos una curva por el camino. Todo ello teniendo en cuenta a los gigantes que nos han buscado por toda la isla y a la casi inexistencia de petroleo en la isla lo cual casi nos obliga a empujar a nuestro corsel.
Ante nuestra afamado éxito en la Isla de Korçula, decidimos visitar también la Isla de Hvar. Mas en este lugar sólo hemos visitado su capital. El tiempo nos apremia. El caballo volador que el rey de Bohemía nos ha enviado saldrá en pocos días desde Split y hemos de estar allí. Aún así pudimos dar una vuelta de unas horas por esta ciudad que nos dejó la misma sensación que Korçula, las islas croatas son un impresionante lugar de visita pero no solo por sus playas o lo escarpado de sus costas, también por la belleza de sus pueblos. Sin duda alguna habrá que volver.
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